Como sabemos, las casualidades no existen!
Desde el primer momento que imaginamos este viaje, sabíamos
que queríamos tener un perro con nosotros.
Para que las mulas no se sientan solas, ja! o como pastor del rebaño…
Entre tantos preparativos, no tuvimos tiempo de salir a
buscarlo. De alguna manera intuíamos que “él” llegaría a nosotros en el momento
adecuado.
Es así que sin querer y sin saber, acampamos frente a la
perrera de la localidad de Helena.
Esta mañana amanecimos en una nube,
así que después del aseo
–en nuestro toilette último modelo- y del desayuno en “el living”,
nos cruzamos
para visitar las jaulitas de los desesperados que ladraban a todo volumen
dándonos la bienvenida y suplicándonos la libertad con ojitos pavorosos.
Negritos,
manchados, tristes, lunáticos, unas 70 mascotas nos mostraban sus hazañas en
pro de ser elegidos. Se nos anudó el corazón en un instante…
Enseguida lo reconocimos! Allí estaba nuestro futuro
pasajero! Calmo, bien parado, lanudo, ojos inteligentes, saludándonos con la
cola como viejos amigos …
Hicimos la averiguación pertinente, y estaba disponible!
Llenamos unos formularios y al rato una “visitadora social” vino a
entrevistarnos a casa: enfrente!
Nos alertó que el perrito es de 1 año y medio aproximadamente,
que había sido abandonado porque tiene un problema del corazón, pero con una
medicina específica 1 vez por mes, vivirá bien muchos años, que es buen
caminador, y que la ley de este estado nos obliga a castrarlo antes de
retirarlo. Por lo que hoy mismo se lo llevó el veterinario y mañana nos lo
entregarán….
Mientras a estudiar el mapa para el recorrido que
iniciaremos por la ruta 300 hacia el oeste…
Finalmente salió el sol, las mulas arrasan con el césped, Bernard engrasa las ruedas mientras María busca algo en el fondo del cheq-wagon, o sea, su clase de yoga matinal!
Un día pacífico, esperando la partida definitiva.
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