No pasa nada por ser diferente.
¿Por qué
encajar, si puedes destacar?
Si los dinosaurios
hubieran usado paraguas, seguro que se habrían parecido al árbol de la sangre
de dragón.
Su largo y
grueso tronco está coronado por una copa donde se juntan todas las hojas bien
apretadas entre sí para poder recoger el agua de la niebla.
Si le haces
una pequeña muesca en la corteza, verás que reuma una resina de color rojo
intenso. En el siglo XVII, esta resina se secaba y se exportaba a Europa, donde
no es de extrañar que creyeran que tenía propiedades mágicas.
El árbol de
la sangre de dragón nos demuestra que ser raro es guay!
De “Sé como un árbol” de Liz
Marvin e ilustrado por Annie Davidson.