Como sabemos, las casualidades no existen!
Desde el primer momento que imaginamos este viaje, sabíamos
que queríamos tener un perro con nosotros.
Para que las mulas no se sientan solas, ja! o como pastor del rebaño…
Entre tantos preparativos, no tuvimos tiempo de salir a
buscarlo. De alguna manera intuíamos que “él” llegaría a nosotros en el momento
adecuado.
Es así que sin querer y sin saber, acampamos frente a la
perrera de la localidad de Helena.