Al igual que las personas, los árboles florecen cuando aprenden de sus experiencias pasadas.
Uno de los
mayores retos a los que se enfrentan los más altos, como en el caso del pino
salgareño, es el viento que parece
soplar más fuerte cuando creces en una ladera expuesta.
Si además,
eres el árbol que está justo al límite de la arboleda, el aire te impacta más
todavía. Es por eso que los que se encuentran justo allí, han adaptado su
manera de crecer, desarrollando troncos más estrechos y fuertes, para poder
resistir las embestidas de los vientos invernales.
De “Sé como un árbol” de Liz
Marvin e ilustrado por Annie Davidson.
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